Mi intuición me decía que me vendría bien, pero mi mente tenía sus dudas. ¿Estar quieta, dejar la mente en blanco y hacer posturas? Si yo soy de correr, nadar y todo lo que sea dinámico… Pero (como siempre digo) ¡que no sea por no intentarlo! Si hay algo que puede mejorar mi día a día, ayudarme a evolucionar y a ser más feliz…  ¿por qué no? Necesitaba recuperarme, salir de ese pozo sin fondo y calmarme para poder afrontar mi negocio, mi familia y a mí misma. Ahora que han pasado muchos años de todo aquello me doy cuenta que el problema estaba en el foco. Me enfocaba todo el rato en el exterior, en los demás, pero muy poco en mí misma, en mi cuidado y en escuchar lo que quería mi corazón.

La primera vez que medité, en la primera clase de yoga, casi salgo corriendo de allí. En serio. Me acuerdo como si fuera hoy: en vez de conseguir relajarme, me puse aún más nerviosa. Me venían pensamientos nada agradables y la ansiedad amenazaba con invadir todo mi cuerpo. Miraba a los demás alumnos alrededor y me decía ¿pero cómo pueden hacerlo? ¿estarán realmente con la mente en blanco? Tan grande fue la frustración que al terminar la clase hablé con Óscar, el maestro de yoga, para preguntarle si lo que me había pasado era normal.

Y me confirmó que sí, que era normal, que la meditación es un proceso gradual de autoconocimiento; un entrenamiento en el cual te adentras en tu interior para conseguir una relajación mediante la concentración plena, y hay que tener constancia.

A partir de aquel momento, además de continuar practicando yoga, la meditación ha formado parte de mi vida también en retiros de yoga, retiros de masajes (como el californiano, donde practicamos meditaciones) o incluso en retiros de tantra… en otra ocasión te contaré mis experiencias maravillosas con esta terapia.

Sin embargo, es solo desde hace un par de años que medito a diario, y lo hago porque sé que debo priorizar mi cuidado, mi yo personal, para sentirme bien conmigo misma y así poder servir a los demás con todo mi cariño. Soy una mujer muy activa y, si no educo a mi mente, mis pensamientos me pueden jugar una mala pasada en forma de ansiedad, nerviosismo y tristeza.

Como sé que todo esto puede que te suene un poco a chino o muy lejano a ti, me gustaría aclararte algunos mitos sobre la meditación y cómo la practico yo para que —si te apetece— profundices un poco en este tema. Si te comprometes contigo, los resultados comenzarán a llegar en pocos días.

• Meditar no consiste en dejar la mente en blanco: nuestro cerebro maneja miles de pensamientos diarios por lo que vaciar la mente y dejarla sin ningún pensamiento es prácticamente imposible. La cuestión —cuando meditamos— no es dejar de pensar, sino focalizar y centrar nuestra atención en algo concreto, como por ejemplo nuestra respiración.
• Meditar no es sentarse en silencio: para que estar sentado en silencio se considere meditación, se requiere atención al momento presente. Si la mente empieza a divagar debemos reconducirla al momento presente con amabilidad.
• Meditar no modifica tus pensamientos: la meditación te lleva a observar tus pensamientos y a decidir de forma consciente qué deseas hacer con ellos.

Existen diferentes tipos de meditación: guiada, en movimiento, contemplativa… una de mis favoritas, cuando mi mente está más ruidosa, es la meditación trascendental: se basa en la repetición de mantras adoptando una postura de meditación. Un mantra es un conjunto de palabras que se recitan de forma repetida lo que permite que la mente entre en un estado meditativo. Uno de mis favoritos es “me quiero, me cuido y me respeto”.

Ojalá mi experiencia te anime a meditar, porque —igual que a mí— esta práctica te ayudará a superar retos y conseguir tus objetivos; como dijo Oliver Wendell Holmes:

“Lo que se encuentra ante nosotros y lo que se encuentra detrás carece de importancia si lo comparamos con lo que reside en nuestro interior”.

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Gracias por leerme y ¡cuídate mucho! (recuerda que nadie puede hacerlo tan bien como tú ).

Un abrazo,