Aunque cuando él lo dijo (a mediados del siglo XIX) fue para defender que todas las personas —con independencia de su clase social— tenían derecho a una buena alimentación, hoy sus palabras son más actuales que nunca porque los hábitos alimenticios poco saludables están cada vez más extendidos en la sociedad y acarrean ya serias consecuencias para nuestra salud, y por extensión para nuestra piel.

Yo descubrí todo esto a raíz de un problema mío con la lactosa. Siempre me levantaba vital y con ganas de comerme el mundo, pero después de desayunar me empezaba a sentir baja de energía, cansada, con sueño y pesada. Un día, comentándolo con mi madre, me dijo que a ella le ocurría cuando tomaba leche y que a lo mejor lo que me pasaba a mí era lo mismo. Y efectivamente, al día siguiente probé a dejar de tomar leche y el cambio fue radical, los síntomas que me impedían estar bien desaparecieron como por arte de magia.

Desde entonces, presto mucha más atención a lo que como y soy consciente de cómo mi cuerpo reacciona de forma diferente a los distintos alimentos. Algunos me aportan energía, y me hacen sentir vital y contenta; otros que me la roban y me hacen sentir pesada y somnolienta, incluso apática a veces. Y cuando ingiero alimentos procesados, azúcares o un exceso de carbohidratos, aparecen irremediablemente molestias de estómago y dolores de cabeza o musculares.

Del mismo modo, una dieta baja en ciertos nutrientes provoca que nuestro cutis se muestre apagado y flácido. La buena noticia es que existen alimentos que, gracias a su potente poder antioxidante, tienen fabulosas propiedades antienvejecimiento y nos ayudan a eliminar todas las toxinas que nos sobran y a conseguir una piel más tersa y firme. ¿Sabes cuáles son?

• Los alimentos ricos en colágeno, como caldo de huesos, huevos, sardinas, anchoas, ostras, camarones y bacalao. Porque esta proteína mantiene unidas las estructuras de nuestro cuerpo y nuestra piel.
• Los alimentos antiinflamatorios, como frutos rojos, ajo, cítricos, aloe vera, ginseng, jengibre, cúrcuma y té verde. Porque estimulan la producción de colágeno y previenen su destrucción.
• Los vegetales verdes. Porque contienen vitaminas A, C, el complejo B, E y K, y minerales como magnesio y potasio.
• Las semillas de calabaza, lino o sésamo. Porque son ricas en fibra, proteínas, ácidos grasos Omega 3, minerales y vitaminas antioxidantes. Una forma sencilla de incluirlas es a través de las ensaladas, por ejemplo.
• Y la sal marina de calidad, no refinada, en cantidad moderada. Porque mejora el drenaje de toxinas, eleva la vitalidad y favorece la concentración.

Además, hay ciertos trucos para potenciar los beneficios de estos alimentos. Te cuento algunos:

• Cocinar en acero, cerámica o hierro fundido (para evitar la entrada de tóxicos en nuestro organismo).
• Dejar pasar un período de 12 horas entre la cena y el desayuno (para ayudar al organismo a resetearse).
• Y suplementar nuestra dieta con nutricosméticos (para compensar los momentos en los que no nos es posible llevar una dieta tan equilibrada).

¡Anímate a hacer la lista de la compra con una alimentación que nutra tu belleza! Notarás grandes cambios en tu cutis y tu bienestar general.

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Gracias por leerme y ¡cuídate mucho! (recuerda que nadie puede hacerlo tan bien como tú ).

Un abrazo,